La Iglesia Católica ha enseñado que somos hijos de Dios, pero, solo si estamos bautizados. Esto plantea la pregunta: ¿Por qué debemos ser bautizados para que Dios, nuestro Creador, nos reconozca como sus hijos? ¿No viene nuestra alma de Él, independientemente de si estamos bautizados o no?
La simbología del bautizo es una interpretación errónea de la Iglesia. Sabemos que la Biblia está compuesta por interpretaciones. De hecho, se cree que el único libro escrito por un apóstol es el Apocalipsis. Fue escrito por San Juan en la isla de Patmos, donde fue exiliado después de un intento de ejecución. Ese libro proviene de un sueño que tuvo y lo interpretó como el fin del mundo. En cuanto a los demás evangelios, no se sabe con certeza quiénes los escribieron. Estos evangelios son interpretaciones de personas que escucharon las predicaciones de los apóstoles. No se puede determinar con exactitud cuánto tiempo pasó ni cuántas generaciones transcurrieron desde el momento que murió Jesus hasta cuando se escribieron los evangelios.
Es como si jugáramos al teléfono descompuesto durante varios años. La información seguramente no sería exacta en relación a lo que Jesús dijo, sino que son interpretaciones de las interpretaciones de las interpretaciones de lo que Jesús enseñó. La base de las enseñanzas de Jesús es "amar a Dios sobre todas las cosas y amar al prójimo como a uno mismo". Sin embargo, las reglas sobre cómo amarlo son interpretaciones que considero incorrectas. Por ejemplo, la obligación de asistir a misa todos los domingos o la necesidad de ser bautizados para ser hijos de Dios, entre otras interpretaciones que considero erróneas.
No pretendo debatir este tema en particular, sino más bien explicar cómo todos venimos y somos hijos de la Divinidad, de Dios, y cómo estamos conectados unos con otros.
Permíteme explicarlo de la siguiente manera: imagina que tienes un garrafón lleno de agua frente a ti. Agarras el garrafón y lo vuelcas lentamente hacia el suelo. Una vez que todo el agua haya caído, verás salpicaduras por todas partes. Habrá una mayor concentración de agua en el centro, donde se derramó, pero alrededor de él habrá charcos y, a lo lejos, gotas dispersas por todas partes. Esas pequeñas gotas que ves a lo lejos y todos los charcos que rodean el centro del agua, TODO proviene de la misma agua que alguna vez estuvo concentrada en el garrafón.
Lo mismo ocurre con la energía Divina. Es como si la Divinidad, Dios, fuera una enorme bola de energía que, a través de su superconciencia, decidiera expandirse, como la Teoría del Big Bang, y crear el Universo. Cuando esa energía Divina se expandió, salpicó y quedaron charcos y chispas energéticas por todas partes. Podríamos interpretar que los charcos energéticos son las galaxias y los planetas, y las pequeñas chispas son nuestra alma, nuestra divinidad.
Así como las gotas del agua que están lejos provienen del agua central, nuestra chispa, nuestra alma, proviene de la energía central, es decir, de la energía Divina. La energía de Dios, la misma que creó el Universo cuando se expandió, nos creó a nosotros. Nuestra alma, como parte de esa expansión, viene del Ser Divino. Es como si estuviéramos separados de Él, pero lo interesante es que, como toda energía, aunque estemos separados, podemos estar conectados.
A raíz de esta reflexión, entiendo por qué se dice que somos hijos de Dios y que todos somos hermanos. Somos chispas de la Divinidad, venimos de la misma fuente.
En mi comprensión, no es necesario estar bautizado para ser hijo de Dios. Cada persona, con sus diversas creencias, lleva dentro esa Divinidad. Lo que debemos hacer es olvidar lo material y conectar con el Creador a través de nuestra alma. El sacramento del bautismo enseñado por la iglesia dice que, una vez bautizados, somos hijos de Dios. Aquí es donde me pregunto: ¿cómo es posible que, siendo que venimos del Creador, no seamos sus hijos hasta que nos bauticen? El bautismo debería ser simplemente un proceso para reconocer que tenemos un alma divina y que venimos del Creador, no algo obligatorio o impuesto por la Iglesia. Aquellos que no están bautizados siguen teniendo la chispa divina y son hijos de Dios, hermanos de todos.
Encuentra tu divinidad dentro de ti y conecta más con Dios y menos con lo material.
Enfrentémonos a la verdad de que todos somos originarios de una misma energía. Entonces, ¿por qué destruimos nuestro hogar, la Tierra? ¿Por qué maltratamos a nuestros semejantes? Al hacerlo, nos estamos perjudicando a nosotros mismos. Por eso, las enseñanzas religiosas nos hablan del poder del amor, de amar a los demás como a nosotros mismos.
¿Cómo podemos encontrar la esencia de nuestra alma si causamos daño a aquellos que nos rodean? El prójimo es, en esencia, una versión diferente de nosotros mismos. Y, en conjunto, todos formamos parte de la Divinidad.
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